Entre robos y excusas: vecinos exigen seguridad real, no cifras maquilladas
La gestión Ramón Lanús insiste en mostrar estadísticas que hablan de mejoras, pero los vecinos viven otra realidad: robos, violencia y zonas sin patrullaje. Familias que antes vivían con tranquilidad hoy se sienten desprotegidas y abandonadas
Quienes tienen una familia que proteger, hijos que llevar al colegio o padres mayores que cuidar, no necesitan explicaciones técnicas: necesitan seguridad concreta. Y eso, en San Isidro, hoy no está garantizado. Aunque el municipio afirma que “los delitos bajaron un 16%” y que las detenciones aumentaron un 64% (La Nación – 24/04/2024), en los barrios la percepción es otra. Boulogne, Villa Adelina, el Bajo, La Cava: en todos, los testimonios coinciden. Comercios saqueados, entraderas violentas y robos en plena calle ya no sorprenden. Se repiten. En Sarmiento y Albarellos, intentaron llevarse a una joven de 28 años al salir de su local. Nadie intervino. “¿Para qué pago ABL si ni siquiera me pueden garantizar que vuelva a mi casa entera?”, se pregunta una vecina. En Olazábal y Uriarte, una barbería fue robada en pleno día, a metros de una comisaría. “¿Qué hacen con los recursos? Acá estamos solos”, dijeron los dueños (BAE Negocios – 06/04/2024). El patrullaje es escaso o inexistente. El programa “Ojos en Alerta”, que el gobierno municipal presenta como una solución innovadora —600 alertas, 25 detenciones en seis meses según Zonales (20/04/2024)—, no resuelve el miedo cotidiano de miles de vecinos. El sistema no reemplaza la presencia policial en las calles, ni previene delitos violentos. “No quiero mandar un WhatsApp mientras me corren con un arma”, ironiza un vecino. En Béccar, un jubilado fue asesinado en medio de una balacera. Diez detenidos, operativos especiales, y otra vez la misma conclusión: el operativo llega después del crimen (Infobae – 10/04/2025). Lo que falta es prevención, anticipación, estrategia. Mientras tanto, la gestión insiste en hablar de logros, pero evita publicar informes integrales, datos auditables o planes concretos para los barrios más afectados. Y eso, para este segmento de edad, es intolerable. Porque muchos recuerdan cómo San Isidro se mantuvo seguro durante años. Ver cómo se desarma esa tranquilidad histórica duele e indigna a partes iguales. La pregunta no es si hay inseguridad. La pregunta es cuándo la gestión municipal va a dejar de negarla. Porque mientras los funcionarios hablan de porcentajes, la gente vive con miedo real. El Estado no está, pero exige que le crean.
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