Boulogne bajo asedio: robos armados, motochorros y delitos insólitos en plena calle

En Boulogne, la violencia urbana crece sin freno. Vecinos denuncian asaltos a estudiantes, repartidores amenazados y robos a plena luz del día. La inseguridad avanza sin respuestas, con celulares y motos sustraídos en hechos cada vez más frecuentes.
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 La inseguridad en Boulogne ya no es una sensación: es una realidad palpable que se refleja en videos virales, chats vecinales y testimonios desgarradores. En las calles del barrio, la violencia no distingue edad ni circunstancia. Delitos que antes se consideraban excepcionales hoy se repiten como parte de la rutina diaria, sin que el Municipio ni las fuerzas de seguridad logren frenar la escalada.

Uno de los casos más comentados ocurrió hace pocos días, cuando un joven fue abordado a plena luz del día mientras regresaba del colegio. El agresor, que fingía ser un vendedor ambulante, sacó un arma y lo obligó a entregar su celular en plena calle. El video del hecho se difundió rápidamente y generó indignación: “Podría haber sido mi hijo”, escribía una vecina en redes sociales.

Poco después, otro episodio impactante se volvió viral: dos hombres corrieron por varias cuadras a un delincuente que le había robado el celular a una mujer. Lograron detenerlo y lo entregaron a la policía. La escena, celebrada por algunos como un acto de valentía, también refleja el vacío estatal que obliga a los vecinos a convertirse en sus propios defensores.

La inseguridad también golpea a quienes trabajan en las calles. Un repartidor fue interceptado por motochorros mientras entregaba un pedido. Con un arma en la mano, lo obligaron a entregar la moto. En el video, visiblemente afectado, se lo escucha decir: “Por favor loco, estoy laburando”. Aun así, le robaron todo y escaparon.

En Boulogne ya no sorprende nada. Hace semanas se viralizó un caso que parece sacado de una película surrealista: un delincuente usó una lanza improvisada con un gancho atado a un palo para robar un celular a plena luz del día. El joven asaltado entregó el teléfono sin resistirse, y el ladrón huyó montado en una bicicleta también robada. La secuencia fue captada por cámaras de seguridad y refleja el nivel de audacia y naturalización de los delitos en el barrio.

Los vecinos de Boulogne ya no confían en los patrullajes, ni en los programas municipales como “Ojos en Alerta”, que delegan la seguridad en los propios ciudadanos. Las patrullas, muchas veces tripuladas por inspectores desarmados, no tienen capacidad de acción directa. Mientras tanto, la respuesta oficial sigue siendo la misma: comunicados, campañas de difusión y promesas que no frenan ni un solo robo.

La conclusión es tan simple como preocupante: en Boulogne, la calle dejó de ser un lugar seguro. Ni los chicos, ni los trabajadores, ni los adultos mayores están exentos del riesgo. En un distrito con recursos y estructura, la falta de reacción ante una ola de delitos cotidianos deja una pregunta inevitable: ¿hasta cuándo se va a tolerar esta inseguridad como si fuera normal?
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