Bárbara Broese es médica infectóloga, madre de dos hijos y vecina de Martínez. Durante años, desarrolló su carrera profesional en el Hospital Central de San Isidro, donde se convirtió en una figura clave en la gestión sanitaria del distrito. Hoy, da un paso al frente y encabezará la lista vecinal de Gustavo Posse en las próximas elecciones municipales.

Broese fue una de las profesionales que lideró la respuesta sanitaria de San Isidro durante la pandemia de COVID-19. Coordinó acciones de salud comunitaria en cada barrio y trabajó codo a codo con distintas áreas del Municipio para diseñar protocolos sanitarios y lograr que San Isidro fuera uno de los primeros distritos del país en retomar la actividad comercial y escolar. “Fue un momento crítico, pero nuestro equipo demostró que se podía gestionar con eficiencia, humanidad y responsabilidad”, recuerda.

Sin embargo, el presente la inquieta. Y no solo como médica. “Ya no salgo a caminar con mis hijos después de las seis de la tarde, como hacía antes. Hoy el patrullero pasa muchísimo menos, y cuando lo hace, muchas veces no va tripulado por policías verdaderos, sino por inspectores que no están armados ni pueden intervenir”, relata.

Desde su lugar en el hospital también observa con preocupación el deterioro del sistema de salud local. “Los turnos demoran meses. Hay pacientes que me dicen: ‘Esperé cuatro meses, pero ya no tengo más síntomas’. Además, no tenemos insumos, y los que llegan muchas veces son de baja calidad. El hospital está colapsado, atendiendo no solo a vecinos de San Isidro sino también a personas de todo el conurbano”.

Fue ese diagnóstico —el que se ve en la calle, en los barrios, en las guardias médicas y en los centros de salud— lo que la llevó a dar el paso hacia la política. “Yo no vengo de ningún partido. Vengo de la salud pública. Y me sumo porque no quiero resignarme a ver cómo San Isidro se viene abajo. Creo que desde el Concejo Deliberante puedo aportar mucho para recuperar lo que supimos construir”.

Bárbara no es nueva en el territorio, ni en la función pública. Es una profesional reconocida por su compromiso y su capacidad de trabajo. Pero sobre todo, es una vecina que no se quedó en la queja y decidió involucrarse.

“San Isidro puede estar mejor. Solo necesitamos volver a poner en valor lo que nos hacía distintos: la cercanía, el profesionalismo y las ganas de hacer las cosas bien”, concluye.